"La maté porque era mía" Palabras muertas, un reguero de letras en el suelo, autor infame y asesino.

Estaba hoy de paseo al salir del trabajo. Con las campanas de la iglesia de la universidad como fondo, pasaba entre manadas de estudiantes.

El caso es que me ha parecido escuchar un balido y ver mi cara (la palabra clave aquí es "parecido", todavía no sufro alucinaciones auditivas o visuales)

Ay, muchas de las cosas que sé y en las qué he creído tanto tiempo son erróneas. Me da tanta pereza cambiar...

De niño tenía un llavero de colores que era un rompecabezas en forma de bola. Era increíblemente difícil de hacer o al menos eso me parecía entonces.

Todas las piezas tenían su sitio y una vez que encontrabas el de cada una, de pronto todo tenía sentido y encajaba a la perfección.

Estaba pensando en qué pasaría si mi taza de café no fuera una taza de café.

Hace unos días vinieron mis sobrinas, y estando en una tienda señalaron las dos a un señor Sikh con su barba larga y puntiaguda y el bigote y el turbante y dijeron al tiempo "'¡Un enano!" (en el idioma propio de mis sobrinas, "enano" sólo hace referencia a los enanos de la película de Disney de "Blancanieves y los siete enanitos")

Sócrates viene a cenar junto a otros amigos y el pequeño Telémaco hace monerías sentado en sus rodillas. Cuenta que piensa volver a Atenas a pesar de todo.

Estaba caminando esta mañana de otoño hacia el trabajo, y había unas hojas de arce caídas en la acera entre los charcos.

Me estaba acordando de lo que un tío que tengo que trabaja en Portugal en un orfanato le decía a uno de los niños que le preguntaba que porqué se moría la gente. Decía que era porque si no, si nacieran portugueses pero no muriera ninguno, al final ya no quedaría espacio en Portugal para más portugueses.

Claro, aunque mi tío tenga razón eso no quiere decir que la muerte de un amigo no sea una tragedia o que el nacimiento de mi duendecillo me llene de alegría.

Descansa en paz Zzta, dondequiera que estés.

Vaya, hay días en que me alegro de ser quien soy.

Orfeo, toca su lira a un Hades lleno de ira y sueño, y sin volver la cabeza, extrae a Eurídice de los Infiernos a donde unas sierpes plenas de estulticia y atrevimiento la habían arrastrado.

Lluvia aciaga que cae como sangre, transformada en día de sol.

Desde el fondo de una mina oscura, sale un duendecillo con su pico y su pala y un cubo lleno de rubíes, y de sol y de esmeraldas.

En la sección "Internacional" Ulises lee que un ateniense llamado Sócrates ha sido condenado por corromper a la juventud y que si bien la sentencia inicial era de muerte, la escasez de plantas de cicuta dada la sequía ha supuesto que haya sido mandado al exilio en vez.

El móvil de Ulises suena en este momento, causando miradas desaprobadoras y cejas alzadas entre el resto de los miembros del club.

- ¿Hola? ¿Ulises? Soy Sócrates, estoy de vuelta en el pais.
....
- Sí, unos problemas legales. Me preguntaba si podría visitarte en un par de semanas..

La tarde entra perezosa por las ventanas del club, posándose en el brazo del sillón de piel. Charla amable y los periódicos del día. Ulises lee a Kipling.

El otro día fui a comprar pan a una delicatessen polaca que me queda de paso. Estuve haciendo cola detrás de unos alemanes y compré un pan que creo que era de centeno que está muy rico en rebanadas con miel. No os creáis, también había algún indígena en la tienda.

Creo que los alemanes van por nostalgia, y yo erm fuí después de que una amiga alemana nos contara las excelencias de las mil variedades de pan de su tierra.

Ulises recuerda un juicio que no existe. Las miradas hostiles en la plaza de sus conciudadanos, la sentencia de exilio preferida a la de muerte, la sonrisa malvada de Circe.

Paseando por el bosque, Ulises observa desapasionadamente como Sigurd, usando a Gram, la espada rota de su padre, mata a Fafnir y asa y come su corazón.

El caso, es que Ulises tiene la impresión de que la sabiduría no se puede adquirir comiendo un corazón de dragón asado.

Odín camina entre los árboles, Ulises saluda con una inclinación de cabeza.

La casa de la luz es alta y blanca y sus ventanas verticales parece que tuviesen hambre de sol y sed de nubes.La mañana entra y se refleja en las paredes lisas, y en las cajas de trastos.

El mediodía pasa por la puerta de nuestra habitación y bajo la escalera de pintar, alegra a las flores del jardín y del patio. Las estrellas tras el cielo del ático brillan en nuestros ojos como una esperanza.

La casa de la luz es alta y blanca y sus ventanas verticales parece que tuviesen hambre de sol y sed de nubes.

He estado pintando nuestra habitación este fin de semana. La señora que estaba antes en la casa la había pintado de azul y era de lo más oscuro, mientras que ahora es luminosa y alegre.

Qué estupendo lo que se puede hacer con un poco de pintura.

En el antro de Fafnir, Ulises mira con interés las montañas de tesoros.

"Viajero, aquí no hay olivos ni higueras" dice el dragón, al tiempo que ofrece a nuestro abatido héroe una copa de hidromiel.

Afuera, el sol y el viento frío acarician los fiordos, vigilantes estóicos de la bahía.

Los ojos en la costa, el viento frío del norte, arena y una valla de estacas en la playa. Ulises contempla un mar que no es el suyo.

Tras dar cuenta de los pretendientes, Ulises, las manos en las rodillas, exhausto, intenta tomar aire. No sólo hay que arreglar los destrozos del palacio, sino también, tras años de abandono, el reino necesita atención.

Hoy me ha visitado uno de mis mejores amigos de camino a otra parte. Aprovechando el buen tiempo, hemos sacado la mesa afuera para comer al sol (ay, las abejas) Después, hemos corrido para que no perdiera el autobús. Los dos teníamos ojeras, posiblemente por razones diferentes. (o quizás no tanto)

Otro miembro de la generación perdida, vagaba por ahí incluso más perdido que yo. Me pregunto cuánta de la gente que conocí de niño está por ahí, a la deriva.

Son las tres. Estoy escuchando "The Outernationalist" de Thievery Corporation. Acabo de terminar de hacer unas cosas que tenía que hacer. No me tengo. Estoy intentando leer algo en la web sin conseguir concentrarme, no puedo pensar. El fondo azul del Windows 2000, cinco iconos en la pantalla limpia.

De pronto, me doy cuenta.

Estoy un poco mareado. En la última semana he ido de un sitio para otro, luego he vuelto, he ido y he vuelto a volver o como se diga.

Además estoy cansado, tengo hambre, sueño y arañazos en los brazos, y me he familiarizado con los problemas de frenos de los coches, la fontanería y los desagües, las fiestas familiares, y mecánicos que, con la camisa abierta y una cadena de oro en ristre gesticulan en idiomas extranjeros.

¿Me dices que a la frase anterior le faltan puntos (y seguido o aparte)?
Eso mismo pienso yo. Leches.

El futuro es tan brillante que voy a tener que usar una máscara de soldar.

Navegando entre Escila y Caribdis, el miedo en los ojos de los camaradas de Ulises, no se refleja en los suyos propios.

Sus pensamientos están más cerca de un telar en una isla a la vez próxima y lejana.

Circe no se dedica a cambiar a los marineros, sino a desvelar su yo interior.

Me acabo de dar cuenta de que para elegir (o evitar) a tus compañeros de viaje, tienes que ponerte en su lugar.

Ulises vuelve a una isla donde lo asaltó una amable tormenta años atrás. Hoy brillaba el sol.

Aprovechando la noche, Penélope acuchilla a sus "invitados" uno a uno, con un puñal lleno de poesía, de lluvia y de cansancio, de vida y de sueños.
Una sonrisa malévola, las manos llenas de sangre, sigue leyendo:

¿No habrá, en fin,
Para las cosas que son,
No la muerte, más sí
Otra especie de fin,
- Algo así
Como un perdón?
[Fernando Pessoa]

Ay, había olvidado que los asnos son animales que dan coces pues así es su naturaleza.

Mis pies pisan las baldosas frías de la cocina, y durante un momento pisan otras baldosas frías en una noche fresca de verano, en un sitio que ya sólo existe en mi memoria.

Ulises, cansado y mayor, se pregunta que pasará si no logra tensar su arco.

Esta mañanita he estado hablando con un hombre que no existe: su voz, indeterminada, su cara, un recuerdo fugaz, busqué su sombra sin hallarla. El ser tiene sus inconvenientes, ay pero el no ser..

Hace frío esta mañana, la noche pasada no hicieron más que despertarme, sigue lloviendo. Nuestra sonrisa no se nos despinta de la cara.

Las hojas del acebo brillan con la luz de la tarde, las hortensias miran curiosas por la ventana del cuarto de estar, un gato al que ya he visto antes se sienta en mi (¿su?) tapia a tomar el sol.

Tras una difícil travesía, Ulises y sus camaradas han llegado a la caverna donde van a hablar con los muertos. Desafortunadamente, el espectro que están esperando no llega y otros están allí contando su vida y cosas de esas. Como se ha hecho la hora de comer, nuestro héroe saca su bocadillo y se sienta en una roca.

El viento azota el cabello de la estatua de Ulises en la proa, su mirada fija en el cielo de piedra. Un mar de roca sobre el que nadan fósiles atónitos.

Ulises ve con desasosiego como un antiguo compañero de travesía, vaga harapiento, la mirada ausente, por las islas del Egeo.

Estoy aquí escuchando el adagio de cuerda de "Aires de fiesta" que creo que es de Karina tocado por el cuarteto de la generación perdida, compuesta por diversos conocidos. Un poco triste si que es.

No acaba de sonar como la canción esa de "tiempo de marcha para pa pa" que recordaba.

La lluvia repiquetea en la ventana. A lo lejos se ven parpadear las luces rojas en la niebla sobre el puente levadizo. Un coche pasa sobre la autopista.

A la puerta de mi casa, cada día por la mañana encuentro regalos variados: hoy una bolsa vacía de patatas fritas, mañana un papel anunciando una pizzería que te trae la pizza a casa, otro una babosa que pasea...

Hace unos días había una cajita de plástico que contenía tallarines chinos. La verdad es que agradezco que los gnomos del jardín me dediquen estas ofrendas.

Convaleciente en la sala de traumatismos oculares, Polifemo todavía no comprende lo que ha pasado. Bajo cualquier punto de vista objetivo, Ulises es un ladrón de ovejas, y él, un pastor que vive en su isla sin molestar a nadie.

Sin embargo, el que queda como un canalla no es Ulises y demás bandidos, sino él.

Están adecentando estos días la cocina de mi casa, y después de quitar el suelo, el terrible papel pintado amarillo, un poco de pared, los muebles, y alguna que otra cosa, sigue pareciendo igual de mal que antes.

A veces las apariencias no engañan supongo.

Se me estaba ocurriendo que desde que a los muertos no se les pone un denario de oro bajo la lengua para que puedan pagar a Caronte, se debe estar haciendo una cola de no te menees para entrar en los Infiernos.

No sé exactamente que es lo que pasará con los morosos éstos. Quizás el castigo sea eso, esperar permanentemente a la cola, sin nada que hacer, puesto que el olvido ya está hecho, y es improbable que alguna otra de las almas en pena suelte la pasta.

Despistado y perplejo, Ulises mira el mapa otra vez mientras se pregunta que es lo que hace en el sitio este en el que está, y porqué se fué de Itaca donde ahora estaría con los amigotes pasándolo bien.